John Dowland fue uno de los más relevantes músicos del Renacimiento, atormentado y rechazado por su condición de católico en la corte de Isabel I de Inglaterra, huyó de su país y expandió su fama por el resto de Europa Occidental.
Sting reconstruye la vida, del que en su opinión es "la primera estrella del pop de la Historia que hizo giras", a través de sus propias canciones y reivindica "el contraste entre su melancolía y la pasión y felicidad de otras de sus composiciones", explica en el libreto del disco.
Para ello se alía con Deutsche Gramophon, sello destinado a los lanzamientos de las grandes estrellas de la lírica, para descubrir "la misteriosa figura" del compositor isabelino, que ya era familiar para el artista desde que el actor John Bird se lo recomendara a principios de los años 80.
Cuando una década después la concertista de piano Katia Labéque le sugirió que la creación de Dowland podía encajar con su voz, Sting decidió acercarse al repertorio del laudista inglés, interés que aumentó con el regalo que le hizo el guitarrista Domic Miller, un laúd construido especialmente para él y que contenía un rosetón en forma de laberinto en su caja de resonancia.
Ese laberinto que da nombre al álbum está inspirado en el diseño que hay en el suelo de la Catedral de Chartres, obra maestra del arte gótico francés, que se convirtió en otra de las obsesiones de Sting.
El proyecto de abordar la música de John Dowlan se definió en su totalidad gracias a otro destacado laudista, esta vez contemporáneo, el músico nacido en Sarajevo Edin Karamazov, quien se acercó al camerino de Sting tras uno de sus conciertos y deslumbró al cantante con la belleza, funcionalidad y exotismo oriental de su archilaúd.
Fue él quien le recomendó escuchar 'In darkness let me dwell', para Karamazov, "la canción más grande jamás escrita en inglés, llena de encanto y humor" y que cierra este álbum, ya que a Sting le "pareció lógico finalizar con el tema que dio luz a este proyecto".
Fuente: elmundo.es
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