viernes, 23 de abril de 2010

El Arte del Amor

"Well, I always wanted a mistress and a chance to go to war,
and now I've had both."


En esos momentos Julian había aprendido casi trescientos caracteres chinos y podía entender más las conversaciones y usar algunas frases habituales, como "Esto es delicioso" o "No tiene buen aspecto". También había aprendido a escribir con tinta y pincel algunos caracteres, y los encontraba muy bellos. La fascinación por los caracteres chinos se abre paso poco a poco en el interior de uno, como la sutil belleza de las mujeres chinas.
Julian se esforzó por concentrarse en sus clases. Quería hablar de lo que era verdaderamente moderno en literatura, y en particular de la teoría de Bell y Fry de la forma significante, pero decidió que convencer a los estudiantes de que la forma podía ser más significativa que el contenido era una tarea demasiado ardua en aquel momento. Según su plan original, había llegado el momento de abordar la poesía contemporánea inglesa. Se había llevado La tierra baldía, de T. S. Elliot, e incluso los Cantos de Ezra Pound. Pero le pareció que serían totalmente incomprensibles para sus estudiantes. Después de pensarlo mucho, se decidió por algo más fácil: La canción de amor de J. Alfred Prufrock.
De pie en la tarima miró hacia los asientos donde habitualmente solían sentarse las chicas. Lin no estaba. Ya había faltado a varias clases.
"¿Quién sería ese Prufrock -empezó -, esa persona débil y excesivamente sensible, enfrentada a la insignificancia de su vida y su temor de perderla, aterrorizado por su único amor?".


Vamos entonces, tú y yo,
cuando el atardecer se tiende en el cielo...


Mientras Julian empezaba a leer los versos en voz alta, vio que Lin entraba de puntillas, con una hoja mimegrafiada en la mano. De modo que se había perdido parte de su lección. ¿Se preguntaría si se estaba refiriendo a él mismo, o a ella?
Julian se sintió conmovido por aquel poema, por primera vez: era una disección brillante del tormento que sentía un perdedor. Nunca había admitido que admiraba a Eliot, cosa natural, porque estaba obsesionado por la necesidad de apartarse de la sombra de las figuras literarias establecidas, especialmente los amigos de sus padres. Pero se convenció de que aquella obra de Eliot, la primera que publicó, ponía al descubierto el conflicto básico de todos los que vivían en la sociedad civilizada. Le parecía que el poema trataba de él.
"¿Me atreveré a perturbar el universo?", continuó leyendo, como si estuviera ensayando sus propios pensamientos. "En un minuto hay tiempo para decisiones y revisiones que otro minuto volverá del revés".
Él era ese "yo", y Lin era el "tú". "Ya la conozco", se dijo a sí mismo, "o al menos estoy a punto de concerla, pero todavía no me atrevo a acercarme más a ella. ¿Acaso soy una de esas personas de clase media que tienen miedo a rechazar las convenciones sociales?".
Sonó el timbre y los estudiantes salieron del aula con sus notas. Vio a Lin entre ellos. Corrió hacia la puerta, pero ella ya no estaba a la vista. ¿Por que no se habría fijado en el lugar donde estaba sentada ella? La había visto entrar. ¿Se habría escondido acaso después de su análisis confesional del poema?
Podía haberla atrapado corriendo tras ella por los pasillos atestados, pero se contuvo. Como profesor, debía comportarse con un poco más de dignidad. De pronto se sintió viejo.


Julian Bell, poeta inglés educado en Cambridge, hijo de Clive y Vanessa Bell (hermana mayor de Virginia Woolf), después de su intento por destacar en el Grupo de Bloomsbury, acepta en 1935 una estancia como profesor de literatura moderna inglesa en la Universidad de Wuhan, China. Su activismo e ideales también contribuyen en esta aventura que decide emprender, así su impulso se ve alimentando por los rumores que se dejan escuchar sobre los movimientos revolucionarios que están surgiendo en este país donde incluso intenta adentrarse en las zonas donde se mueve el Ejercito Rojo. Su afán por no querer ser más un pacifista -critica a los que él llama intelectuales caducos que no se mueven- le lleva a sentirse en la obligación de luchar contra el fascismo en la Guerra Civil Española. Tanto su madre como su tía intentan persuadirle por lo que decide ir no como soldado de las Brigadas Internacionales, sino como conductor de ambulancia en la Unidad de Asistencia Médica Británica. Sin embargo, el nivel de dureza y peligro que envuelven la guerra en ese momento no hace que sea menos arriesgada su misión de acudir en auxilio de la víctimas en plena contienda. El joven Julian es herido mortal por una bomba en la batalla de Brunete y muere poco después en un hospital cerca de Madrid el 14 de julio de 1937 a la edad de 29 años.

Fragmento: "K: El Arte del Amor" de Hong Ying
Foto: Universidad de Wuhan, con sus famosos cerezos en flor en primavera