jueves, 26 de abril de 2007

Imagine...

Picasso's Guernica: The Powerful Anti-War Symbol

FUEGO Y SANGRE SOBRE LA CAPITAL
Por Silverio E. Escudero
La maravillosa Guernica, la antigua e histórica capital de los vascos, el 26 de abril de 1937, fue víctima del más cruel de los crímenes de la guerra. Una fuerte escuadrilla de la tristemente célebre Legión Cóndor se lanzó –impune- contra cientos de hombres y mujeres desarmados que trataban de seguir viviendo en medio de la tragedia. La suerte de la Guerra Civil estaba echada. Los ejércitos franquistas dominaban el escenario y el general Emilio Mola Vidal, sostenía –orgulloso- ante la prensa internacional que -en el frente vasco- era responsable de “la mayor carnicería de esta guerra hasta ahora”.
Los vascos se batieron con denuedo. No bajaron los brazos en ningún momento. No sólo debieron pelear contra el fascismo sino con supuestos aliados que manejaban a su antojo la solidaridad internacional -a través del Socorro Rojo- cuyos comisarios políticos –muchas veces- impidieron se recibieran armas, pertrechos y alimentos en el frente de batalla. La miseria era tal que, el presidente del gobierno autónomo, José Antonio Aguirre, que había jurado a la sombra del histórico roble resistir hasta la muerte, contra la opinión de todos, busca una salida diplomática. Quería ahorrar muertes al enterarse de los fusilamientos masivos de mujeres y niños sobre las riberas del río Ibaizabal, anunciando que sólo reclamaba tratamiento humanitario para civiles no combatientes y prisioneros de guerra.
La pelea en Eibar y Durango fue intensa. Los milicianos resistieron hasta la extenuación. Cuando se acabaron las balas, buenas fueron las pedradas. Tres mil terminaron prisioneros y los demás optaron por una dura retirada. El camino a Bilbao estaba expedito para los nacionalistas. Hitler presiona. Konstantin von Neurath amenaza con declarar la guerra a la República moribunda, si el gobierno de Franco no se aviene a sus exigencias. Reclaman vía libre. Los generales Mola y Cabanellas Ferrer, en nombre del autodenominado Caudillo de las Españas por la Gracia de Dios, ceden. Ya no hay límites posibles. El mariscal Göring confesó ante el Tribunal de Nüremberg que la presencia alemana, en España, pretendía “por medio de esta oportunidad entrenar a mi joven Luftwaffe en tal o cual detalle técnico” y estudiar clínicamente las consecuencias de un ataque terrorífico.
La orden llegó. Era un lunes de mercado. Los guerniqueses transitaban por sus calles, tratando de olvidar las angustias del momento. Los rumores del fragoroso combate que se libraba en Marquina se escuchaban a lo lejos. El viento del este portaba el murmullo. A las cuatro y media de la tarde se hizo la noche. Los aviones de la Legión Cóndor, apoyados por algunos italianos, se recortaron en el horizonte. Durante más de tres horas descargaron 30 toneladas de bombas y ametrallaron sin piedad a los que pretendían ponerse a salvo. Guernica no formaba parte de los objetivos militares inmediatos; tampoco estaba en el camino de la batalla. No pasaban cinco minutos sin que aparecieran en el cielo nuevos aviones criminales, recordó un sobreviviente. Don Pablo, allá por 1983, como pudo avanzó en sus recuerdos. Sus ojos, acerados, estaban cuajados de lágrimas. Sus puños, crispados. Describió el paisaje en llamas. Su desesperación al ver desaparecer a su madre. Tenía nueve años. “El ruido de los motores de los aviones es atroz. Sueño con mis hermanos. Los veo destrozados por las ametralladoras. No se cómo ni cuanto camine. Desperté. Quise volver…”
El ataque fue selectivo. Buscaban destrozar la historia. Guernica fue, es y será sinónimo de libertad. Se intentaba, con su destrucción, desmoralizar a la población, minando su capacidad de de lucha. El Gernikako Arbola es símbolo, fe y compromiso. Sus retoños, esparcidos por el mundo, sobreviven a la barbarie. Los corregidores desde –al menos- el siglo IX, cuando juró el primer señor de Bizcaya, han sido electos por el pueblo y bajo la sombra del roble juran defender su independencia. Han resistido a todos los intentos. Franco, Hitler y Mussolini fracasaron en el suyo. Resignificaron el pacto. No alcanzó la maquinaria publicitaria del nazismo para evitar la condena internacional. Si hasta los diarios más conservadores del mundo que desde sus editoriales habitualmente exaltaban el ideario falangista, tuvieron que censurarle. Dijeron, primero, que el atentado fue obra del Ejército Rojo, pocas horas más tarde, se desdijeron trasladando la responsabilidad a los italianos. Tampoco fue eficaz el tardío del mexicano José de Vasconcelos, olvidando antiguos compromisos libertarios, se inclinó hacia la hipótesis de un accidente. “La verdad –dijo- es que una bomba de los franquistas cayó por accidente en la ciudad produciendo algunos daños, pero provocando la salida de la guarnición republicana, y fueron los izquierdistas al salir de la población los que la incendiaron y causaron destrozos”, ni la maquinaria vaticana que forjó una versión absurda como la de un enojo entre republicanos que, en Argentina, tradujeron Monseñor Santiago Luís Copello y Gustavo Franceschi, concluyendo en un escandaloso fraude que comprometió a una supuesta Cruzada pro Iglesias desvastadas de España que, en abril de 1937, había solicitado se cantara una misa de acción de gracia por el éxito del ataque.
Todas estas falacias las demolió, temprano, el testimonio del cura Aronategui, a la sazón alcalde de Guernica: “No fue –dijo- nuestra milicia quien incendió Guernica. Si el solemne juramento de un cristiano y alcalde vasco tiene algún valor, yo juro ante Dios y la Historia que los aviones germanos bombardearon bárbaramente nuestra querida Guernica hasta que la hicieron desaparecer de la tierra”.

Publicado en El Balcón. Comercio y Justicia, miércoles 25 de abril de 2007


Un tapíz del poder anti-guerra del cuadro "Guernica" cuelga en la puerta del Consejo de Seguridad de la ONU desde 1985.


Fuente: The Ambassadors

No hay comentarios: