viernes, 14 de mayo de 2010

La atención a las palabras

(803)

Herta Müller


Dass mich die kleine
Heimat die
es je gab
am fünften Zeh mit der
großen Wolkenglatze und der
Mütze eines Staates und
den Augen einer Ziege undder Schenauze einer Rattefamiliar leergefressen hatten



Herta Müller. Gamla Stan - Stockholm

Que a mí
la patria
pequeña como
jamás la hubo
en el quinto dedo del pie
con la gran calva de las nubes
y el gorro de un Estado y
los ojos de una cabra y
el hocico de una rata
me devoró familiarmente


"Lo que has vivido bajo una dictadura no se olvida cuando arrancas una hoja del calendario".

"La lengua no es una patria".

"No hay nada más extraño que una patria donde no se pueda vivir".

En 1987, Müller marchó a Alemania con su marido, el novelista Richard Wagner, y establece su residencia en Berlín. Es entonces cuando inicia la composición de sus poemas mediante la técnica del collage. Utiliza para ello recortes de periódicos y revistas y empieza a coleccionar palabras que mantiene depositadas en una mesa. "Las palabras se llenan de polvo, no se pueden limpiar las palabras" por lo que las guarda en cajones donde permanecen y esperan hasta que ella las recoja para formar un texto. "Siempre he pensado que las palabras en el cajón tiene que ver con mi experiencia de la emigración, es como esperar en la estación del tren a ser recogida". En la novela trata del efecto de las dictaduras en las personas, no hay mucha posibilidad de jugar porque el tema no lo permite. Con esta técnica puede jugar aunque tampoco logra escapar ya que piensa que el texto resultante no es tan divertido como parece. Este juego le ha servido para tratar sus propios daños sufridos. "Cuando salí de Rumanía tenía los nervios bastante destrozados y esta actividad me ayudó". "Cuando uno tiene la palabra en la mano el contacto es más íntimo, una palabra sacada de la mente no la puedes ver. Lo extraño es que las palabras en el cajón encuentran una pareja que cuentan una historia. Cuando están pegadas en la tarjeta ya no se pueden cambiar, así que es como la vida misma, tiene sus límites. A la hora de plasmarlas también está la limitación del espacio puesto que deben ajustarse al tamaño de una tarjeta y a su vez deben guardar un sentido, por lo que me toca sacrificar palabras -también como en la vida- que vuelven al cajón. Las palabras también envejecen como las personas, por la porosidad del papel". "Se trata de un trabajo sensorial del que he aprendido mucho".


Versos de su discurso de agradecimiento por el Premio Nobel de Literatura 2009

Cada palabra en tu cara
Sabe algo del círculo vicioso
Pero no lo dice

miércoles, 12 de mayo de 2010

Wrong Number

Ernesto Cardenal cuenta que se encontraba en Colombia haciendo el seminario para ordenarse sacerdote cuando llega la noticia de la muerte de Marilyn, que le inspira la siguiente Oración:

Señor
recibe a esta muchacha conocida en toda la Tierra con el nombre de
Marilyn Monroe, aunque ése no era su verdadero nombre
(pero Tú conoces su verdadero nombre, el de la huerfanita violada a los
9 años y la empleadita de tienda que a los 16 se había querido matar)
y que ahora se presenta ante Ti sin ningún maquillaje
sin su Agente de Prensa
sin fotógrafos y sin firmar autógrafos
sola como un astronauta frente a la noche espacial.

Ella soñó cuando niña que estaba desnuda en una iglesia (según cuenta
el Times) ante una multitud postrada, con las cabezas en el suelo
y tenía que caminar en puntillas para no pisar las cabezas.
Tú conoces nuestros sueños mejor que los psiquiatras.
Iglesia, casa, cueva, son la seguridad del seno materno
pero también algo más que eso...
Las cabezas son los admiradores, es claro
(la masa de cabezas en la oscuridad bajo el chorro de luz).
Pero el templo no son los estudios de la 20th Century-Fox.
El templo -de mármol y oro- es el templo de su cuerpo
en el que está el hijo de Hombre con un látigo en la mano
expulsando a los mercaderes de la 20th Century-Fox
que hicieron de Tu casa de oración una cueva de ladrones.

Señor
en este mundo contaminado de pecados y de radiactividad,
Tú no culparás tan sólo a una empleadita de tienda
que como toda empleadita de tienda soñó con ser estrella de cine.
Y su sueño fue realidad (pero como la realidad del tecnicolor).
Ella no hizo sino actuar según el script que le dimos,
el de nuestras propias vidas, y era un script absurdo.

Perdónala, Señor, y perdónanos a nosotros
por nuestra 20th Century
por esa Colosal Super-Producción en la que todos hemos trabajado.
Ella tenía hambre de amor y le ofrecimos tranquilizantes.
Para la tristeza de no ser santos
se le recomendó el Psicoanálisis.
Recuerda Señor su creciente pavor a la cámara
y el odio al maquillaje insistiendo en maquillarse en cada escena
y cómo se fue haciendo mayor el horror
y mayor la impuntualidad a los estudios.
Como toda empleadita de tienda
soñó ser estrella de cine.
Y su vida fue irreal como un sueño que un psiquiatra interpreta y
archiva.
Sus romances fueron un beso con los ojos cerrados
que cuando se abren los ojos
se descubre que fue bajo reflectores
¡y se apagan los reflectores!
Y desmontan las dos paredes del aposento (era un set cinematográfico)
mientras el Director se aleja con su libreta porque la escena ya fue tomada.
O como un viaje en yate, un beso en Singapur, un baile en Río
la recepción en la mansión del Duque y la Duquesa de Windsor
vistos en la salita del apartamento miserable.
La película terminó sin el beso final.
La hallaron muerta en su cama con la mano en el teléfono.
Y los detectives no supieron a quién iba a llamar.
Fue como alguien que ha marcado el número de la única voz amiga
y oye tan solo la voz de un disco que le dice: Wrong Number
O como alguien que herido por los gangsters
alarga la mano a un teléfono desconectado.

Señor:
quienquiera que haya sido el que ella iba a llamar
y no llamó (y tal vez no era nadie
o era Alguien cuyo número no está en el Directorio de los Ángeles)
¡contesta Tú al teléfono!

jueves, 6 de mayo de 2010

Negociaciones complejas


Mi cansancio
mi angustia
mi alegría
mi pavor
mi humildad
mis noches todas
mi nostalgia del año
mil novecientos treinta
mi sentido común
mi rebeldía.


Mi desdén
mi crueldad y mi congoja
mi abandono
mi llanto
mi agonía
mi herencia irrenunciable y dolorosa
mi sufrimiento
en fin
mi pobre vida.


Eso. Idea Vilariño (1920-2009)

viernes, 23 de abril de 2010

El Arte del Amor

"Well, I always wanted a mistress and a chance to go to war,
and now I've had both."


En esos momentos Julian había aprendido casi trescientos caracteres chinos y podía entender más las conversaciones y usar algunas frases habituales, como "Esto es delicioso" o "No tiene buen aspecto". También había aprendido a escribir con tinta y pincel algunos caracteres, y los encontraba muy bellos. La fascinación por los caracteres chinos se abre paso poco a poco en el interior de uno, como la sutil belleza de las mujeres chinas.
Julian se esforzó por concentrarse en sus clases. Quería hablar de lo que era verdaderamente moderno en literatura, y en particular de la teoría de Bell y Fry de la forma significante, pero decidió que convencer a los estudiantes de que la forma podía ser más significativa que el contenido era una tarea demasiado ardua en aquel momento. Según su plan original, había llegado el momento de abordar la poesía contemporánea inglesa. Se había llevado La tierra baldía, de T. S. Elliot, e incluso los Cantos de Ezra Pound. Pero le pareció que serían totalmente incomprensibles para sus estudiantes. Después de pensarlo mucho, se decidió por algo más fácil: La canción de amor de J. Alfred Prufrock.
De pie en la tarima miró hacia los asientos donde habitualmente solían sentarse las chicas. Lin no estaba. Ya había faltado a varias clases.
"¿Quién sería ese Prufrock -empezó -, esa persona débil y excesivamente sensible, enfrentada a la insignificancia de su vida y su temor de perderla, aterrorizado por su único amor?".


Vamos entonces, tú y yo,
cuando el atardecer se tiende en el cielo...


Mientras Julian empezaba a leer los versos en voz alta, vio que Lin entraba de puntillas, con una hoja mimegrafiada en la mano. De modo que se había perdido parte de su lección. ¿Se preguntaría si se estaba refiriendo a él mismo, o a ella?
Julian se sintió conmovido por aquel poema, por primera vez: era una disección brillante del tormento que sentía un perdedor. Nunca había admitido que admiraba a Eliot, cosa natural, porque estaba obsesionado por la necesidad de apartarse de la sombra de las figuras literarias establecidas, especialmente los amigos de sus padres. Pero se convenció de que aquella obra de Eliot, la primera que publicó, ponía al descubierto el conflicto básico de todos los que vivían en la sociedad civilizada. Le parecía que el poema trataba de él.
"¿Me atreveré a perturbar el universo?", continuó leyendo, como si estuviera ensayando sus propios pensamientos. "En un minuto hay tiempo para decisiones y revisiones que otro minuto volverá del revés".
Él era ese "yo", y Lin era el "tú". "Ya la conozco", se dijo a sí mismo, "o al menos estoy a punto de concerla, pero todavía no me atrevo a acercarme más a ella. ¿Acaso soy una de esas personas de clase media que tienen miedo a rechazar las convenciones sociales?".
Sonó el timbre y los estudiantes salieron del aula con sus notas. Vio a Lin entre ellos. Corrió hacia la puerta, pero ella ya no estaba a la vista. ¿Por que no se habría fijado en el lugar donde estaba sentada ella? La había visto entrar. ¿Se habría escondido acaso después de su análisis confesional del poema?
Podía haberla atrapado corriendo tras ella por los pasillos atestados, pero se contuvo. Como profesor, debía comportarse con un poco más de dignidad. De pronto se sintió viejo.


Julian Bell, poeta inglés educado en Cambridge, hijo de Clive y Vanessa Bell (hermana mayor de Virginia Woolf), después de su intento por destacar en el Grupo de Bloomsbury, acepta en 1935 una estancia como profesor de literatura moderna inglesa en la Universidad de Wuhan, China. Su activismo e ideales también contribuyen en esta aventura que decide emprender, así su impulso se ve alimentando por los rumores que se dejan escuchar sobre los movimientos revolucionarios que están surgiendo en este país donde incluso intenta adentrarse en las zonas donde se mueve el Ejercito Rojo. Su afán por no querer ser más un pacifista -critica a los que él llama intelectuales caducos que no se mueven- le lleva a sentirse en la obligación de luchar contra el fascismo en la Guerra Civil Española. Tanto su madre como su tía intentan persuadirle por lo que decide ir no como soldado de las Brigadas Internacionales, sino como conductor de ambulancia en la Unidad de Asistencia Médica Británica. Sin embargo, el nivel de dureza y peligro que envuelven la guerra en ese momento no hace que sea menos arriesgada su misión de acudir en auxilio de la víctimas en plena contienda. El joven Julian es herido mortal por una bomba en la batalla de Brunete y muere poco después en un hospital cerca de Madrid el 14 de julio de 1937 a la edad de 29 años.

Fragmento: "K: El Arte del Amor" de Hong Ying
Foto: Universidad de Wuhan, con sus famosos cerezos en flor en primavera

martes, 2 de febrero de 2010

Viveza


No dejes que termine el día sin haber crecido un poco,
sin haber sido feliz, sin haber aumentado tus sueños.

No te dejes vencer por el desaliento.

No permitas que nadie te quite el derecho a expresarte,
que es casi un deber.

No abandones las ansias de hacer de tu vida algo
extraordinario.

No dejes de creer que las palabras,
las poesías sí pueden cambiar el mundo.

Pase lo que pase nuestra alma está intacta.

Somos seres llenos de pasión.

La vida es desierto y oasis.

Nos derriba, nos lastima, nos enseña,
nos convierte en protagonistas de nuestra propia historia.

Aunque el viento sople en contra,
la poderosa obra continúa:
Tú puedes aportar una estrofa.

No dejes nunca de soñar,
porque en sueños es libre el hombre.

No caigas en el peor de los errores: el silencio.

La mayoría vive en un silencio espantoso.

No te resignes. Huye.

"Emito mis alaridos por los techos de este mundo",
dice el poeta.

Valora la belleza de las cosas simples.

Se puede hacer bella poesía sobre pequeñas cosas,
pero no podemos remar en contra de nosotros mismos.

Eso transforma la vida en un infierno.

Disfruta del pánico que te provoca tener la vida por delante.

Vívela intensamente, sin mediocridad.

Piensa que en ti está el futuro y,
encara la tarea con orgullo y sin miedo.

Aprende de quienes puedan enseñarte.

Las experiencias de quienes nos precedieron,
de nuestros "poetas muertos",
te ayudan a caminar por la vida.

La sociedad de hoy somos nosotros, los "poetas vivos".

No permitas que la vida te pase a ti sin que la vivas ....

Aunque el viento sople en contra,
la poderosa obra continúa...
No dejes nunca de soñar,

porque en sueños es libre el hombre.


Walt Whitman (1819 - 1892)

Ilustración: "City view" Joop Plasmeijer

martes, 30 de junio de 2009

Pinturas de Belén Segura




Belén Segura Garrido


Inaguración de la exposición colectiva de la Asociación Cultural "Celia Viñas" en los Aljibes Árabes de Jayran -Almería -11 junio 2009

miércoles, 20 de mayo de 2009

Estaré donde menos lo esperes


Por Gioconda Belli



A Mario Benedetti no se le notaba que era poeta. Era un hombre de mediana estatura, la espalda un poco encorvada, el rostro quieto y observador, el bigote quizás era lo único que lo delataba como alguien con un sentido especial de sí mismo. En las reuniones, no era el más chispa, ni el más sonoro. Lo miraba todo con ojos de conocedor, pero sin hacer alarde de su hondura o su sabiduría.


Sonreía con esa melancolía propia de la gente del Sur, gente que ha sufrido y que se toma la alegría y la risa con su gramo de sal, pero sin escatimar la plena importancia de la gracia de quienes saben hacer reír. Era un partícipe amable de las reuniones, sin un ápice de arrogancia, sin compulsión alguna por llamar la atención. Iba y venía con el ánimo del grupo sin perder su centro, sus ojillos de liebre atentos al movimiento: un hombre interior que se bebía el mundo callado y sin estridencias.


Cuando lo conocí en La Habana, en 1981, en la Casa de las Américas, en su oficina, quise decirle y creo que le dije, lo mucho que me había acompañado.Recordaba noches enteras de mi exilio en México y en Costa Rica, leyéndolo ávidamente. Su poesía era de esas que me ponían la piel tierna. Le dije que sus poemas eran como el gatillo de una pistola que se disparaba dentro de mí y me llenaba de palabras, de ecos. No había vez que no lo leyera sin que me poseyera el deseo de escribir poemas también. Y era porque me ponía la piel suave, me abría el camino hacia una intimidad que me revelaba cosas de mí misma que yo ignoraba antes de leerlo. El sonrió escuchándome, me agradeció el homenaje con un movimiento breve de su cabeza y siguió conversando sobre su trabajo en la Casa de las Américas donde coordinaba el premio cubano de cuyo jurado formé parte aquel año.


Vi a Mario muchas veces más. Se convirtió en amigo, en ser cercano, en uno de esos privilegios que la vida nos depara con su misteriosa generosidad. Y estuvo en Nicaragua durante la revolución, departiendo como solía hacerlo, con una humildad dulce y verdadera que lo hacía ser aún más adorable, porque uno sabía de quién se trataba y se maravillaba de ver aquel ser cuyo nombre andaba de boca en boca en toda América Latina, comportándose con esa sencillez; la sencillez que lo hacía ser precisamente el poeta que era, un poeta transparente, sin ningún artificio, un ciudadano de la vida sin más gloria que la de saber que su oficio era vivir y contarlo.


Fui a visitarlo en Montevideo en 2008. Lo vi como una cascarita de nuez, agrietado y frágil en el sillón donde me recibió en su casa. Ya estaba muy enfermo. Ya había muerto Luz, su esposa, y la soledad y la tristeza rodeaban su intimidad de pasajero que no terminaba de acomodarse ni en la vejez, ni en la proximidad de la muerte. Sus ojos vivaces seguían brillando. Brillaban más, si es posible que años atrás cuando andaba más vivo por la vida. Hablamos de poesía, de Nicaragua. Me contó de su cansancio ingrato, pero también de sus proyectos, de los libros que seguía escribiendo. Y lloré cuando partí, cuando la puerta de su apartamento se cerró tras de mí y de Hortensia Campanella con quien fui a visitarlo. Sabía que no lo vería ya más. Era evidente que se apagaba como un cirio que llegaba al cabo a su último resplandor. Y que se apagara, la certeza de que aquella palabra se diluiría en el tiempo y la lluvia, me llenó de tristeza y de inconformidad.


Ahora Mario ha dejado ya su apartamento. No volverá a sus libros, a su sillón cerca de la ventana. No escribirá más sus versos con mano temblorosa. El hueco del espacio que ocupaba es una muesca doliente en el árbol de la poesía viva de América Latina. Se ha marchado al cielo de los poetas y creo que será uno de los que más se asomarán a las ventanas de la noche estrellada. Tan quieto y dulce como era, tengo la seguridad que será de los que más extrañen estar aquí, oír el sonido de los demás, captar el movimiento del sol sobre la acera, el paso de las tardes, el rumor de las parejas en los parques, porque nadie como él sabía hacer el silencio interior que se requiere para escuchar, para estar atento, para captar el pálpito ajeno, ése que hacía que su poesía fuera tan nuestra, como si la escribiera desde un corazón que prestaba a cada quién y devolvía con creces.



Mayo de 2009



Foto: Los Tiempos.com
Carta publicada en Grupo de Gioconda