"Por allí deambulaba T. S. Elliot, el poeta, escurriéndose con rapidez entre las mesas. Él llamaba la atención de una manera distinta a Pound: no llevaba una larga barba roja, sino que iba afeitado, gastaba sombrero y paraguas, se vestía con discreccion y miraba alrededor con ojos de miope ocultos detrás de sus gafas, tímido y asustado, como un seminarista episcopaliano que se ha internado en territorio prohibido y teme crearse mala reputación entre los feligreses al ser visto por allí. Él también era pobre, como Pound, pero llevaba la ropa planchada, iba aseado y era cortés; caminaba tan precavido entre los dadaístas parlanchines y de hirsuta cabellera reunidos en torno a Tristan Tzara como el misionero entre los salvajes. Y es que, efectivamente -como se descubrió más tarde-, era un misionero. El manuscrito que guardaba en un bolsillo -algunos poemas, en una primera versión, de La tierra baldía y los Cuatro cuartetos, de los que Pound tachaba sin la menor piedad la mitad de los versos- convirtió a una generación de poetas a una nueva fe: después de los poemas de Elliot ya no era posible escribir poesía -ni en Montparnasse ni en ningún otro lugar- como en la época de Mallarmé y Valéry. Dante fue su maestro, para recrear -entre guiños de miope- el concepto metaphor; estaba convencido de que Dante era "la mejor escuela" para los poetas: pues se trataba de un poeta que había ascendido a las alturas y descendido a las profundidades con una energía que nadie había igualado, y que sabía contar con el mínimo de adjetivos lo que había visto en el cielo y en el infierno. Elliot también era creyente, pero más por su temperamento que por sus convicciones; por eso citaba a Pascal, que era jansenista por cobardía y no tenía la fuerza suficiente para rechazar la suposición de que la gracia -la gracia según san Agustín, más eficaz que la razón o el temperamento- responde a todas las preguntas. También sabía (lo escribió al hablar sobre Dickens) que sin melodrama no existe el drama (de la misma forma que Valéry sabía que era imposible escribir novelas sin frases como ésta: "La marquesa salió de casa a las cinco de la tarde" o algo parecido). En los poemas de Elliot había una lírica llena de gravedad que vibraba detrás de las palabras, y al mismo tiempo había una ligereza y una banalidad casi periodística, como si hubiese intentado poner sobre el papel los primeros poemas pop."
"¡Tierra, tierra!" Sándor Márai
1 comentario:
Muchas gracias por tu visita y por descubrirme este fantástico espacio. Te enlazo y sigo.
PD: "La señora Dalloway" es de mis obras favoritas. Buena cita la que has seleccionado.
Un saludo.
Publicar un comentario